Después de bastantes meses, me di cuenta que perdíamos el tiempo intentando entendernos y decidí apartarme, cansada de apostar y perder constantemente. La vida da tantas vueltas que no es la primera vez que acabo mareada, pero lo cierto es que siempre que una puerta se cierra otra se abre, que después de la tormenta, siempre, y digo y recalco siempre llega la calma, porque ninguna pena dura 1000 años, ni habría un cuerpo que la aguantara. Porque la vida te arrebata cosas sin sentido, sin previo aviso, pero más tarde, te dará alegrías gratuitas que agradecerás.
No importa las veces que te caigas, ni las veces que tropieces con la misma piedra de siempre, lo que importa es cuantas veces sacas fuerzas de donde sabes que no las hay, y te levantas, te levantas con la cabeza bien alta, sabiendo que nada ni nadie va a conseguir pararte, y esa piedra, esa jodida piedra con nombre, apellido y posiblemente, una larga y en muchos casos, entre ellos la mía, falsa historia, se quedará atrás como todos los demás errores, en el pasado, en un cajón, que te prometes no volver a abrir, porque probablemente no estarías preparada para volverlo a cerrar, pero cuando la dejas atrás, cuando por fin consigues decirle adiós a eso que tanto daño te causó, sientes felicidad, porque conseguiste, una vez más, una vez de tantas otras, superar el obstáculo que la vida te puso, y miras atrás, y te ríes, te ríes a carcajadas de lo que un día te destrozó y te hizo llorar, a veces, de la manera mas dolorosa, que es llorar sin lagrimas, en silencio, como solo una valiente sabe hacer. No, claro que no se supera en dos días, ni posiblemente en tres, es más, pongo la mano en el fuego, y no me quemo, que seguirás echando de menos de vez en cuando las tonterías de esa maldita piedra, y la manera tan odiosa que tenia de quitarte el enfado en dos segundos, pero te darás cuenta, que estás echando de menos los recuerdos, no a la persona, y ahí, es cuando podrás sentirte orgullosa, porque lo has superado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario